Europa ha dado pasos importantes en la transición hacia una economía circular, pero todavía queda mucho por hacer para que este modelo transformador se consolide como eje central de las políticas públicas, advierte la OCDE en su último informe sobre esta materia, ‘The circular economy in cities and regions of the European Union’, que analiza buenas prácticas, retos y oportunidades en 64 territorios europeos.
Según este documento, en la última década, 24 de los 27 Estados miembros de la Unión Europea han adoptado estrategias o planes de acción para la economía circular y el 75% de las ciudades y regiones encuestadas por la OCDE cuentan ya con políticas propias centradas en este modelo, clave para alcanzar los objetivos climáticos, mejorar la eficiencia en el uso de recursos y reforzar la resiliencia económica.
Sin embargo, la circularidad solo alcanza a un 12% del uso total de materiales en la UE (dato de 2023), muy por debajo del objetivo del 24% marcado para 2030. Además, solo el 13% de las grandes regiones de la OCDE ha alcanzado el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 12 sobre producción y consumo responsables.
Avances significativos, pero aún insuficiente
Los principales obstáculos: regulación, financiación y gobernanza
El informe advierte que las principales barreras no son tecnológicas, sino políticas y económicas. La mayoría de las acciones se concentran en la gestión de residuos (etapa final del ciclo), dejando de lado medidas más ambiciosas como el ecodiseño o la prevención.
A esto se suma la falta de incentivos fiscales y financieros para empresas y consumidores, el escaso desarrollo de mercados secundarios de materiales y la dificultad para medir con precisión los avances en circularidad, más allá de los residuos.
Frente a ello, y para acelerar la transición circular, la OCDE propone una serie de recomendaciones a nivel europeo, nacional y local:
- Hacer la economía circular accesible y asequible: Mejorar la información para consumidores sobre durabilidad y reparabilidad de productos, facilitar servicios de reparación y recogida selectiva de residuos.
- Mejorar la competitividad de los modelos circulares: Eliminar subsidios a actividades lineales, aplicar impuestos a emisiones o productos de un solo uso, e incentivar el uso de materiales reciclados.
- Impulsar la circularidad desde el inicio: Establecer políticas por sectores clave (construcción, alimentos, plásticos, textiles) centradas en la reducción de recursos y la reutilización, e incluir criterios circulares en la contratación pública.
- Garantizar una transición justa y territorialmente equilibrada: Evaluar el impacto de la economía circular en distintas regiones e invertir en formación y reconversión profesional en sectores afectados.
- Mejorar los datos para la toma de decisiones: Desarrollar indicadores desagregados a nivel local y emplear herramientas digitales para medir flujos de materiales y recursos de forma más precisa.
Una oportunidad para transformar ciudades y regiones
El informe concluye que adoptar un enfoque territorial —adaptado a las realidades locales— es fundamental para que la economía circular se traduzca en beneficios reales para la ciudadanía: empleo de calidad, ahorro económico, mejora del entorno urbano y mayor justicia social.
Pone como ejemplos de buenas prácticas, entre otras, la Estrategia 2030 del País Vasco, el Plan de Economía Circular de Oulu (Finlandia) o la Ruta Circular de Glasgow (Reino Unido), que «muestran un creciente compromiso territorial con este nuevo modelo económico».
La OCDE concluye que «la transición circular no es solo una necesidad ambiental, sino también una oportunidad para repensar la economía desde lo local, con políticas públicas alineadas con los objetivos europeos y capaces de responder a los retos del siglo XXI».
Acceso al informe ‘The circular economy in cities and regions of the European Union’, aquí.